marzo 30, 2009

Venas Vacías


Siempre me gustó la sangre. Desde pequeña, solía chuparme los dedos cuando tenía una cortadura o lamerme las rodillas si es que me raspaba, lo cual era muy frecuente. Llegué al punto de almacenar en frascos de cristal la sangre cuasi coagulada de mi menstruación cuando era más intensa, por ahí del segundo día… La bebía de inmediato, el olor me enajenaba.

Recuerdo perfectamente una mañana de 1951, yo tenía cuatro años y al ir a la cocina encontré el cuerpo del marido de mi abuela colgado de una sábana, con una rodilla en el suelo y la otra flexionada, como haciendo reverencia. De su nariz y oídos empezaba a salir sangre. Me acerqué lentamente y lamí parte de sus labios ya manchados de rojo, hasta sentí su lengua que colgaba de lado, fría y tiesa. Entonces se escucharon ruidos y me alejé de inmediato. Mi abuela y mi madre se quedaron paralizadas ante la imagen de aquél hombre ahorcado y mi madre me abrazó tapándome los ojos. Nadie notó mi contacto con el difunto.

Se llamaba Ángel Camalote, era moreno, alto y muy fuerte. Solía sentarme en sus piernas a leerme cuentos de brujos, nahuales y chaneques. Yo era su consentida, tal vez por eso me eligió para encontrarlo muerto. En el pueblo decían que estaba loco. Se casó con mi abuela luego de que ella enviudara y se quedara sola con mi madre, tuvo dos hijos más con él. Le daban ataques de nervios, se quedaba con los ojos en blanco y le gritaba a mi abuela que la había vendido, que ya no era de él, que lo perdonara pero había tenido que vendérsela al “feo”. Pocas veces llamaban al diablo por su nombre, preferían referirse a él como “el feo”. En uno de sus ataques, donde evidentemente sufría, decidió no seguir más, entonces se ató una sábana al cuello y se dejó caer.

Años más tarde volví a probar la sangre humana. Estábamos jugando Lucero y yo con su perico, ella metió sus dedos en la jaula para darle de comer y el ave le mordió con fuerza el índice, su mano fue una cascada de sangre segundos después, entonces la tomé y metí sus dedos en mi boca, succioné hasta que dejó de sangrar. Tenía un sabor dulce… Me gustó. Lucero me agradeció y corrió a su casa con los ojos bien abiertos, estaba espantada. Cuando volteé hacia la jaula ésta ya estaba vacía, el perico había emprendido el vuelo.

Luego crecí y empecé a desarrollarme, nunca me faltaron admiradores. Quizá no sea correcto decirlo, pero yo era la mujer más bella del pueblo. Mi piel blanca y el cabello rojizo llamaban la atención de entre tanta mujer morena. Los hombres me gustaban tanto como la sangre. Desde muy chica tuve amantes, el primero y el que más recuerdo, a la edad de 14 años. Era alto, moreno de ojos color de jade, venía en una caravana de húngaros que montaban una pequeña carpa donde se proyectaban películas. Se llamaba Matías, me buscaba entre la oscuridad de la carpa, se tiraba al suelo polvoso y hacía como que me espantaba tomándome por los pies con las manos heladas luego de agarrar hielos. Nunca me espanté. Un día, antes de finalizar la función, me salí de la carpa luego de sentir sus manos heladas y caminé hacia el río, sabía que me seguiría así que nunca volteé, pero oía el sonido de sus pasos en la tierra. Entonces me paré junto a un manglar y alcé la voz:

-No soy una niña, Matías, ya me sale sangre de entre las piernas cada mes, he oído decir a mi abuela que eso me convierte en mujer. Mira mi cuerpo –dije mientras iba desabotonando el vestido negro de flores blancas- soy una mujer. Y puedo ser tu mujer

Entonces Matías me besó los labios, vi que sus ojos se hacían más brillantes, su piel sudaba y acariciaba la mía, bajó el cierre de su pantalón, separó mis piernas y entró. Me dolió tanto que mientras lo besaba le mordí la lengua con mayor fuerza con la que él me penetraba. Matías disfrutaba con mi dolor y yo con el suyo… Al amanecer, lo encontraron muerto, con la lengua triturada y los pantalones a las rodillas.

No tenía por qué sentirme mal. Matías tenía un aire al Cristo de la capilla del pueblo y el padre siempre decía al tomar el cáliz: tomad y bebed... es la sangre de Cristo, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros para el perdón de vuestros pecados. Y Matías seguramente había pecado mucho, pero aunque hubiera sido el mismo Jesús, no me importaba: lo hice en conmemoración suya.


(Gracias Papá y Oz: no lo saben, pero colaboraron mucho en la realización de este cuento)

marzo 23, 2009

Lilith Kasha



Calma el fuego con tus manos. Eleva al cielo tu misterio.
Respira, relaja.

La música te entra por los ojos y todo se pone azul,
como tu credo, como el silencio…

marzo 17, 2009

Cándida, Mística, Mágica

Región de Los Tuxtlas ::: Catemaco, Ver.











Algunas de estas fotos recorrieron el estado de Veracruz, gracias a una
expo itinerante por las Casas de Cultura, en el ya lejano 2003.
Y algunas otras, cubren paredes o están olvidadas en casas de mis amigos...

marzo 06, 2009

Atracción Ambulante II: Nómades

"El Sonrisas"

"Yahir"

"El Quemado"

"Galán de Feria"

"Feo y Guapo"

"Carnalitos"

"El Barbas"

Boca del Río, 2009

"Los miembros de la tribu eran nómades por partida doble:

eran nómades porque deambulaban sin residencia fija
y porque eran no-má-de...ss...cincuenta sesenta beduinos..."

Les Luthiers