junio 24, 2009

junio 15, 2009

Lilith, ¿lloras? –No, estoy riendo.


Me gustan los peces.

Me gusta su movimiento al nadar, su cadencia. Me gustan los de río y los de mar, los que se aparean y dejan destellos de colores cuando el ocaso empieza. ¿Has visto cómo saltan? Algunos viajan miles de millas sólo para ser atrapados por un pescador en algún mar. A veces huelo a pez, a veces me destajo el alma como un pez, me pudro como robalo echado a perder en el mercado. Mis ojos se quedan quietos y dejo de respirar, me retuerzo en el asfalto esperando que alguien se apiade de mí y me regrese al agua. En el agua soy feliz, me sumerjo hasta el fondo y mantengo el aire hasta sentir que me sangran los oídos.



Mi cuerpo es agua.


Me hundo tanto que no veo la luz, empiezo a sentir frío y mi cabello se expande como abanico en primavera. A veces incluso raspo mis piernas con el fondo del mar o del río. Tal vez algún día trague tanta agua que termine inflada como pez globo, o quizá me convierta en tiburón y sea capaz de oler la sangre a kilómetros de distancia. Me raspan la piel, me abren las branquias, me tiran a un balde, me ponen hielo. Nunca cierro los ojos. Como no muero me regresan al mar. Mientras estoy nadando busco alimento y me defiendo de los predadores. Cuando más bajo estoy, más libre me siento. Me suelto, me dejo ir, poco a poco veo la luz del sol atravesando el agua, no pienso, me dejo ir, voy subiendo, floto, subo, salgo… Los rayos marcan mi rostro, la corriente me lleva a la orilla y con el cuerpo lleno de heridas camino tranquila por la playa, me desplomo, es una sensación hermosa, duermo, estoy cansada.


Como mucho pescado.

Muchos años deseé comer huachinango, lo soñaba, lo ansiaba y cuando al fin lo probé me decepcioné. No es que supiera mal, era bueno pero le faltaba magia. Es hermoso, sin duda. De los más bellos especímenes creados por Dios, seguro él lo hizo para las mujeres, para su disfrute. Pero no soy cualquier mujer, no me conformo.

Ignoré la creación divina y probé el bagre. Me enamoré de él. Muchos dicen que es un pez muy bello, yo no lo creo, si bien no me disgusta su aspecto e incluso hasta ternura me da, lo que me ató al bagre fue su sabor, me deslumbró pensar que era el pez que Dios había hecho especialmente para mí; hasta que un día empezó a caerme pesado; pero me gustaba tanto que lo seguí comiendo. Es una lástima que me haga tanto daño, que lo siga añorando. Estoy segura de que terminaré enferma si como siquiera un pequeño bocado. Hay quien afirma que el bagre en realidad fue hecho para mujeres cualquiera y no para cualquier mujer, como el huachinango. No me interesa averiguarlo.

Además ahora el pez que me hace perder la cabeza es uno jarocho que se quedó tatuado en un brazo valón. Nada deseo tanto como degustarlo lentamente en alguna playa vacía a la luz de la luna. Esperaré, tengo paciencia. Estoy segura de que cuando eso pase será una experiencia tan adorable que me dejará estaqueada en la arena mojada. Porque nada encuentro más placentero que deleitarme con un pez de esos raros, que nadan mucho, que vienen de lejos...