marzo 18, 2010

Cuento Cortico

Fuíste una mujer negra en otra vida.

Una hermosa negra con las nalgas duras, piel caoba perfecta, músculos marcados, firmes, con las piernas torneadas y un caminar irresistible, debiste haber sido una diosa. Una diosa azabache, una diosa con los ojos rasgados y los labios gruesos, con cintura pequeñísima y abdomen de lavadero. De tus manos nacían orquídeas.

Alta, fuíste tan alta como alto eres hoy. Con los senos pequeños, una aureola nocturna. Dientes limpios.

Y yo -que fui hombre en otra vida- me enamoré de ti cuando te vi contoneándote por las calles de ese lugar del caribe. No tengo una descripción de mí, pero te amé. Te amé en cuanto te oí hablar, tu voz me transtornó los sentidos. Sudaba sólo con verte. Me diste insomnio. Quise besarte de los pies a la cabeza, hasta el último de tus cabellos, besar tus sombras, morderte los labios, inclinarme ante ti, hacerte reverencia, reverencia a la diosa, a la deidad negra... y meterme en tu cuerpo, todo mi cuerpo dentro del tuyo, dentro de tu vientre, fuente de vida, sacrosanta, me hinco con sólo pensarte.

Sueño contigo, me quemo en la cama, la dejo mojada, doy vueltas, te deseo, me salgo por la ventana en el calor de la noche, te busco en tu playa, te busco en la arena, ahí estás tirada en la hamaca, con ese vestido gastado, como cliché de novela cursi, me acerco y no hago ruido, te quiero dormida, te quiero entre sueños, quiero recorrerte de sur a norte, detenerme en tu sexo, olerlo, beberlo, dejar mi saliva en ti, dejar que pienses que sigues soñando. Eres la más hermosa, Oshún te tiene envidia... hueles a jardín, a yerba fresca, a mar en calma. Y quiero seguir los trazos que la luz de la luna dibuja en tu cuerpo. Quiero santificarte, hacerte mi reina, darte flores, montarme en ti, carne con carne, besarte los ojos, respirar a tu ritmo, que las gotas de tu sudor caigan en mi cuerpo como agua bendita, vertirme dentro, hacerte jadear, quiero venerarte. Tallarte la espalda, darte de beber desde mi boca, bailar contigo, fundirme contigo.

Y llorar por haberte encontrado... Llorar de alegría, reir de alegría, con el corazón a punto de estallar por tener la certeza de querer morirme contigo, y reencarnar de nuevo en dos seres que ya se amaron una vez, y que se seguiran amando siempre.